Acceso a Internet: ¿Qué pasa con Cuba?
smentite le notizia apparse sulla chiusura dell'accesso ad internet per i cittadini cubani
22 gennaio 2004
Rosa Miriam Elizalde
El Diario de La Prensa, de Nicaragua, también se montó este domingo en el
carro de la más reciente campaña satanizadora contra Cuba: las supuestas
medidas del gobierno de la Isla para reforzar el control de Internet. Oyó
campana, e hizo sonar las suyas.
Según el periodista, salvo en la Isla, "comunicarse, informarse y educarse
son actividades que ahora están al alcance de cualquier grupo, de cualquier
persona que pueda comprar una computadora y abonarse a los servicios de
información, o aprovechar la diseminación de los pequeños negocios que
ofrecen la conexión ocasional a precios razonables, y los llamados kioscos
tecnológicos que pueden instalarse hasta en los lugares más alejados de los
principales centros urbanos de la nación." Es fácil imaginar la expresión de
un lector nicaragüense con un mínimo de sentido común: ¿de qué habla ese
señor, si en el país centroamericano apenas el 0,04 por ciento de su
población accede a la red de redes? Lo extraordinario es que, en la guerra
mediática que marcha en función de los prejuicios y se enajena de la
realidades, pocos se detienen un instante a contrastar las informaciones. No
solo con las realidad de sus propios países -salvo Estados Unidos, ¿qué otra
nación del mundo puede hablar de acceso masivo a la Internet?-, sino con lo
que verdaderamente ha acontecido en Cuba desde que en 1994 el Departamento
del Tesoro norteamericano, por real decreto, aceptó autorizar a la isla
caribeña el acceso a los servidores norteamericanos, con un condicionamiento
político, en el contexto de la Ley Torricelli: ayudaría a "democratizar" la
sociedad cubana. Ese acceso, además de tardío, ha sido lento y altamente
costoso, y no por voluntad de los cubanos que estaban preparados desde la
década del 80 para dar grandes saltos en la computación y la interconexión a
redes.
Tener en cuenta este elemento es clave para entender lo acontecido en la
Isla en torno a este tema, a pesar de los duros años de Período Especial y
del recrudecimiento oportunista del bloqueo norteamericano. Supondría
reconocer que en al memoria social del profesional cubano, la red de redes
es un suceso con muy corta edad. Como ha pasado en otras sociedades, la
telaraña nacional no se ha creado automáticamente, sino que ha ido
tejiéndose en la medida en que se desarrolla la infraestructura y se
articula una cultura informática. Aún así, ese proceso se ha producido de
manera vertiginosa en Cuba. Los datos son abrumadores. Hoy el 65 por ciento
de los 270 000 procesadores están interconectados y existen 480 000 cuentas
de correos, en una población de 11 000 000 de habitantes.
La estrategia que se ha seguido tampoco ha sido la usual. En vez de
priorizarse un mercado residencial y empresarial que genera notables
dividendos económicos a las compañías de telecomunicaciones y a los
proveedores internacionales, el desarrollo intensivo se está produciendo en
las redes sociales, en particular en aquellas relacionadas con servicios
esenciales como la educación y la salud. Cualquier cubano sabe que todos los
niños y jóvenes del país tienen acceso a la computación, incluso los más
pequeños que asisten a un círculo infantil o los que viven en zonas
apartadas, donde hay una escuela para un solo alumno. Ahí hay una inversión
de futuro muy clara en las estrategias de desarrollo de Cuba.
Esta nueva campaña de tergiversaciones y mentiras, que se desató tras una
carta interna a usuarios de un proveedor local, ha ignorado deliberadamente
que no solo los accesos son cada vez más multitudinarios, a pesar de los
altos costos de la conexión internacional, sino que la Internet es
prácticamente el soporte más expedito que tiene Cuba para dar sus puntos de
vista al mundo. Los medios tradicionales nos censuran brutalmente, y la red
parece estar hecha a la medida de una nación como Cuba, el único país
realmente alternativo del hemisferio occidental. El conocimiento y el acceso
a la red no solo no es tema de restricción, sino que es un reto tecnológico
y social de máxima prioridad política.
Al contrario de lo que dice la nueva oleada de calumnias que ha
sobredimensionado lo que solo fue una medida interna para proteger y dar
mayor seguridad a las redes informáticas, las regulaciones cubanas pretender
disuadir a delincuentes que se dedican a sabotear el destino social de la
red, robando y revendiendo accesos a través de las líneas telefónicas y
utilizando fraudulentamente este servicio.
No va contra el acceso mayoritario, sino a favor de él.
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