Latina

Il Brasile e la democrazia 20 anni dopo

le istituzioni costruite negli ultimi vent'anni sono adatte a rappresentare con stabilità interessi plurimi e contraddizioni?
11 luglio 2005
Luis Fernando Novoa Garzón (Sociologo, membro di ATTAC-Brasil)

¿La elección de Lula y el pleno ejercicio de su gobierno representan una
prueba definitiva de la consolidación de la democracia en Brasil? Dicho de
otro modo, el marco institucional que fue construido en los último veinte
años, está apto para representar intereses plurales y contradictorios, con
estabilidad? ¿O habrá sido la izquierda institucional la que tuvo que
madurar sus rasgos más particularistas y pervertidos para ascender en un
sistema político privatizado y corrompido?

La evolución de las instituciones es completamente extraña a nuestra
formación histórica. Por aquí las instituciones surgieron de forma
compensatoria, con déficit y vicio de origen. Los procedimientos corren
frente a los procesos sociales, siempre en el esfuerzo de hacer menos
visibles sus asimetrías. Los intereses de clase y fracciones son
nominalmente representados precisamente para que no salgan de sus "debidos"
lugares.

El gobierno de Lula fue electo para agendar la alternativa a un modelo
económico de carácter inequívocamente antisocial. Exactamente por eso fue
obligado a gobernar para probar lo contrario. El precio de la confianza de
los mercados fue la profundización de ese mismo modelo a través de reformas
económicas, administrativas y sectoriales que solidifican las posiciones del
enclave financiero exportador. Sus portavoces, oficiosos y oficiales,
reiteran que disciplina fiscal, control inflacionario, fluctuación cambiaria
y libre movilización de los capitales, son orientaciones "universalmente
aceptadas", y por eso ya no estarían sujetas al debate político. ¿Son estas
las señales de "madurez política" de nuestro país?

¿Cual democracia? ¿Cual Brasil?

La alternancia del poder fue reducida a un cambio de cartelera. Rutinaria
reciclaje del espectáculo político para que la audiencia no se fije en el
hecho de nada puede cambiar sustantivamente. Entonces, ¿de qué democracia
estamos hablando? ¿Puede haber Estado de Derecho donde los marcos
regulatorios se anticipan, en una especulación invertida, a los intereses de
los inversionistas? ¿Puede haber ciudadanía en la polis de las
condicionalidades privadas?

En la economía brasileña, lo que debería ser la moneda nacional, fluctúa
como instrumento especulativo utilizado adicionalmente cuando conviene.
Metas de inflación por los suelos y tasas de interés por los cielos, para
que, en el medio, el rentismo se acomode al infinito. Gastos públicos en la
exacta medida de las migajas que sobran de la extracción de superávit
primarios máximos.

Órdenes, amenazas y opciones prefabricadas del oligopolio financiero
transnacional son edulcoloradas como "ventanas de oportunidades".

Somos regalados con profecías autocumplidas. ¡Puerto tropical preferido por
los capitales errantes! ¡Plataforma preferencial para atender las
estrategias de deslocalización industrial y el outsourcing de servicios!
¡Títulos top de línea, con clasificación investment grade!

Es preciso reconocer que las políticas neoliberales de los últimos 15 años
minaron fundamentos y fuentes constitutivas de un posible otro Brasil. Ni
siquiera tenemos un "capitalismo asociado". "Nuestro" capitalismo al perder
sus contornos identificables, fue fundido y anexado, tanto por la vía
financiera como por la productiva-comercial.

A lo largo de los años 90, el desmonte de los ejes económicos internos de
carácter estructurante, la liberación comercial-financiera y, por fin, la
delegación de la política macroeconómica al sistema financiero
internacional, nos aprisionaron en una especie de crisálida reversa. Las
elites que sobrevivieron a la selección neoliberal

trataron de dar por terminado el Brasil "por hacer", absolutizando, en
seguida, el Brasil más "bien- sucedido".

Las lentejuelas del agronegocio y de las serviciales gerencias del capital
global ocultan mal el cuerpo del país moribundo. En el campo, especialmente
en la extensa frontera agrícola, el progreso es parasitismo sin disfraz. Lo
altamente lucrativo del sector se posibilita con depredación ambiental y con
precarización del tejido social. Es el paroxismo de una modernización
conservadora que se consolida en sus polaridades extremas.

Nuestras enormes ciudades como São Paulo, Rio de Janeiro, Belo Horizonte,
Salvador, entre otras, son pruebas materiales de la barbarie consumada. Son
en síntesis un corte diametral de un país que busca el triunfo a cualquier
costo. Los repuestos de miserables subutilizados sirven para absorber
externalidades del mercado dinámico, adecuándose a su lógica flexibilizadora
como un guante. Elásticas rentabilidades en mercados de droga, prostitución,
tráfico de infantes y de órganos. La forma criminal se generaliza, como su
hermana, la forma mercancía . Redes mafiosas de segunda generación,
fuertemente enlazadas con el mercado formal y con el aparato estatal,
determinan lo que puede compensar o no.

La transición dual

El origen del inmenso vacío político en que se asienta el gobierno de Lula
debe ser buscado en un escenário de dualidad marcado por una "transición
democrática" que ocurre, en paralelo y en confluência, con una "transición
económica". La torrente de inversiones externas que ha fluido para Brasil y
América Latina en la década de los 90, tuvo frente a si un Estado en
quiebre, situación que propicia su reestructuración desde su núcleo. De tal
modo que los procesos financieros y transnacionalización del territorio
terminaron por vertebrar el proceso de democratización en el Brasil.

Durante todos esos años, los partidos del orden, en vez de cuestionar los
límites estructurales impuestos por el capital a nuestra incipiente
democracia, procuraron maximizar su influencia en la maquinaria
gubernamental. La finalidad exclusiva: negociar de forma particularista las
condiciones del desmantelamiento de la ecomía nacional y del propio Estado.

El mayor problema sería como proporcionar alguna "normalidad institucional"
con un "arreglo político"de tal orden. La crisis cambia, con la abrupta
caída del real, en 1999, hizo sonar la alarma. El conglomerado financiero,
debidamente representado por el Fondo Monetario Internacional (FMI),
percibió que la "joven democracia brasileña" requería "cuidados". La
intervención llegó en forma de "ayuda": 30 billones de dólares. Los
objetivos implícitos iban más allá de un saneamiento financiero de corto
plazo. La continuidad del modelo liberal privatizador fue puesta en jaque.
La sucesión de Fernando Enrique Cardoso estaba definitivamente comprometida.
Comenzó allí una carrera contra el tiempo para convertir los intereses de
los acreedores y inversionistas en cláusulas petrificadas en el sistema
político del país.

El sistema financiero internacional, consciente de la derrota de sus
tradicionales aliados tucanos(PSDB) en el 2002, dio inicio a una operación
de encuadramiento de las elecciones presidenciales brasileñas, con la
finalidad de reducir los excesivos "márgenes de incertidumbre". Pedro Malan
y Armínio Fraga, en puestos claves de la economía, recibieron la
autorización para dar inicio al último acto. El Banco Central y el
Ministerio de Hacienda lanzaron, intencionadamente, medidas
vulnerabilizadoras para inducir una desbandada de capitales. Fuego en el
circo para que vengan, rápidos y diligentes, los bomberos. Se le prometía al
país asfixia por falta de créditos. El chantaje embutido en los contratos
de salvamento del FMI se duplicaban en el chantaje de los capitales de corto
plazo. Condicionamientos redoblados para mantener al futuro gobierno bajo
riendas cortas.

La confirmación del acuerdo lesivo de la democracia tomó forma en la "Carta
a los brasileños". El PT y Lula ofrecieron plenas garantías de que el modelo
de gestación proactivo para los capitales no sería alterado después de la
llegada al poder central. Mediante la política de hecho consumado, las
fuerzas populares y de la izquierda podrían haber respondido con
movilización popular. El camino adoptado, sin embargo, fue el de avanzar por
donde hubiera menor resistencia sistémica. La democracia que pudo ser
fortalecida a partir de la ampliación de las aspiraciones ciudadanas, fue
diluida en función de los centros nodales de poder.

Nuestras herramientas contra nosotros mismos

El PT, por tanto, aprobó y dio sello a los límites con que gobernaría
Brasil. Aunque las prácticas de desestructuración y desregulación
comandadas por el capital financiero tengan impuesto fuertes
constreñimientos, el PT nunca dejó de protagonizar su propia domesticación.
Ante las restricciones objetivas que las elites, crecientemente
desterritorializadas, le impusieron, siempre tuvo la opción de la ruptura.
La opción de deslegitimar más un pacto por arriba y de apostar por una
alternativa, generosa y nativa, de poder.

El rechazo del PT a participar en el Colegio Electoral en 1985, órgano que
ratificaba las elecciones indirectas para Presidente, y también su recusa en
firmar la Constitución de 1988, expresaban una autonomía directamente
vinculada a sus raíces sociales. La fundación del Partido de los
Trabajadores en 1980 representó una fusión, o por así decir, un assemblage,
de los múltiples motines del pueblo brasileño contra una modernización
capitalista subordinada al capital foráneo y conducida por un régimen
militar. La vanguardia era ocupada por la nueva clase operaria brasileña,
surgida a partir de segunda división internacional del trabajo direccionada
para reducir los costos operacionales de las multinacionales.

Allí estaban los metalúrgicos, deteniendo la mano que chicoteaba del
padre-patrón. Jamás ninguno iba a aceptar en silencio opresión salarial, ni
condiciones indignas de trabajo ni autoritarismo. Lula en verdad era símbolo
de una nueva y pujante "clase trabajadora" capaz de pensar por sí misma la
nación, sin intérpretes, sin cabestros. La clase se miraba en la nación
vilipendiada y agredida y tomaba su partido. Subversión de la política desde
abajo. Un país de piernas al aire, bajo control de los trabajadores,
necesariamente democrático y popular.

En ese entrecruzamiento de identidades negadas que se basaba el carácter
anticapitalista y antiimperialista del PT. Las masivas huelgas de 1978 en
Brasil desafiaban el acuerdo constitutivo del régimen instalado en 1964, un
acuerdo entre el capital extranjero y la Dictadura para hacer de nuestro
pueblo/territorio, una base para la acumulación ampliada.
El PT nació como prueba y promesa de que no habría por estas cercanías
superexplotación sostenible. Hoy, la principal misión del PT y de su
gobierno centrista es asegurarse de lo contrario, previniendo reacciones
descontroladas y dislocaciones institucionales. Encargado que fue de causar
la implosión de las últimas bases constitutivas que podrían viabilizar un
proyecto nacional y, de ahí, un proyecto socialista para el país. Al PT le
cabe la obscena tarea de expulsar la alternativa del campo de lo "plausible"
, de lo "razonable" y, en breve, de lo "legal".

¿Lo que pudo ser, fue o será?

Huérfanos de un destino plural o colectivo, acabamos sumergidos en grupos
autorreferentes o en un consumismo concebido para proyectar un status
siempre superior. Con voluptuosidad incomparable hacemos lo que sea para
salir adelante. De ahí ponernos de moda entre los países "adelantados".
Nuestra insaciabilidad tropical es fuente renovada para designers y
estilistas. Contribución exótica al lifestyle de la globalización vigente.
Vivimos ávidamente el ahora, con fluidez y cínico buen humor. Los sectores
incluidos y los administradores de la abundancia quieren la fórmula de esa
ascensión placentera, procesada en medio del dolor y la falta de sentido
reinantes.

Un país desmantelado sólo se hace entero de nuevo en el marketing
institucional orientado, ipsis literis, para su auto venta. La "marca
Brasil" se diseña y se graba en el cuerpo de la nación derrotada. En la
colonia penal en que fue encerrada, el castigo es retroactivo. El origen es
el mal. El crimen: querer haber sido. Un país no puede tener una utopía tan
original y generosa. El futuro que insiste en entrañarse en el
tiempo/espacio precisa socavarse incesantemente. Imperativo y minucioso
control sobre lo que puede o no sedimentarse como memoria colectiva.

Sin embargo, podemos seguir resistiendo. Basta con recordar. En seguida
empaparnos del recuerdo. Después rescatar las experiencias inspiradas en
ello. Y recordar todo de nuevo con las manos dueñas del presente.

*

Note: Tradotto per la Rivista Trabajadores /Università Operaia del México

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